
HISTORIA
La devoción al Santísimo Cristo de las Campanas en Almoradí se ha mantenido viva en el sentimiento religioso de un pueblo que, a lo largo de los siglos, ha tenido como referencia vital, cultural y sociológica el culto a esta singular advocación: Un Cristo Crucificado que, bajo el nombre de Santísimo Cristo de las Campanas, ha suscitado entre los fieles de Almoradí de todos los tiempos, la mayor manifestación de fe y devoción hacia una imagen sagrada y que se ha transmitido de generación en generación. Históricamente nada se sabe de cuándo ni cómo empieza a ser una de las devociones más arraigadas en el sentimiento religioso de este pueblo. Distintos historiadores locales se han interesado por esta singular denominación de un Cristo Crucificado del que no se tienen fuentes documentales suficientes para saber por qué y desde cuando se llama así. El historiador Montesinos, en su Crónica Suma, en 1795, describe que en la iglesia del convento de los Padres Mínimos “existía la Capilla del Santísimo Cristo de la Piedad, imagen devota y milagrosa”. Los frailes se marcharon en 1835 y, posiblemente, la imagen fuera trasladada a la parroquia. Sin embargo, según los datos ofrecidos por Roberto Cabrera en su artículo publicado en la Revista de Semana Santa del año 2008, titulado: “Almoradí y la devoción al Santísimo Cristo de las Campanas”, en la visita pastoral a la parroquia de San Andrés realizada por el Obispo D. Francisco Cebrián en 1800, describe una imagen de un “Santo Cristo” como una de las imágenes que había en la parroquia. Otro historiador local, José Antonio Latorre, en su libro: “Almoradí, un recorrido histórico”, publicado en el año 2012, aporta una prueba documental que encuentra en el Archivo Histórico Nacional, un libro de cuentas del Convento de San Francisco de Paula de 1807, en el que aparece un asiento fechado en febrero de 1813 sobre una misa “del Cristo de las Campanas”. Y, ya, en Abril de 1829, unos días después del terremoto, un asiento con los jornales “para sacarle el aceite al Santísimo Cristo” (de las lámparas). Este mismo autor relata que en la Revista “España Mariana”, en 1844, se describe: “Tiene esta iglesia (la parroquia de San Andrés) algunos altares de imágenes muy notables, como el Santísimo Cristo de las Campanas por encontrarlo bajo de éstas en el Convento de los Mínimos… Es de tanta devoción que faltan oradores para cumplir las ofertas y está su Atar y Capilla bien adornado con tres lámparas magníficas encendidas”. Y es aquí cuando hemos de dar paso a la leyenda popular. Roberto Cabrera se pregunta: ¿Surge la devoción al Santísimo Cristo de las Campanas en 1609 con la llegada de los Padres Mínimos, o está ligada al terremoto de 1829?. ¿Estaría esta imagen debajo del campanario de la iglesia del Convento y por eso tiene esta advocación?. Según José Antonio Latorre, la única imagen de un Cristo Crucificado con esta misma advocación se encuentra en Albalat de la Ribera (Valencia) y está documentado desde 1742, que se llama así por encontrarse su capilla debajo del campanario. La tradición transmitida es que la imagen quedó sepultada bajo las ruinas de la parroquia y que, al encontrarla, dicen que debajo de una campana, el pueblo lo considera un milagro ¿y empieza así la advocación de las campanas…? Ya en el siglo XX, la devoción al Santísimo Cristo de las Campanas se arraiga de manera extraordinaria con el impulso del párroco D. Pedro Penalva Donate, en el sentir de un pueblo que lo venera y que manifiesta su devoción en el culto y en las fiestas y procesiones que, en su honor, en honor de esta “milagrosa imagen”, le dedica Almoradí. Su Hermandad confecciona un estandarte en 1926, según documento aportado por Roberto Cabrera. Su fiesta se celebra en Julio, en la Feria y Fiestas y sale en procesión junto a los “Santos de la Piedra”, san Abdón y san Senén. En los primeros días del inicio de la Guerra Civil su imagen, al igual que todas las imágenes de la parroquia, fue destruida. Finalizada la guerra, el año 1940, se le encarga al insigne imaginero José María Ponsoda una imagen a semenjanza de la anterior, la cual hace su entrada triunfal en Almoradí el 5 de octubre de 1940. También se encarga una Novena en su honor a José María Navarro, fraile franciscano residente en Murcia. Se estrena también el Himno en su honor original de Fray Samuel Prats también franciscano. En 1947 se realiza el trono obra del artista murciano Antonio Carrión Valverde. En 1953 se construye el altar actual en madera tallada y dorada obra de los talleres de Ángeles e Isabel Pujante Pagán de Murcia. Más tarde su fiesta se traslada a septiembre, al último domingo de septiembre, donde una multitudinaria procesión, a la que acuden cientos de almoradideños, tanto de los que habitan en Almoradí, como de los que viven fuera de nuestro pueblo, así como innumerables vecinos devotos venidos de otros pueblos de la Comarca, atraídos por una de las manifestaciones religiosas más importantes de nuestro entorno. Que el Santísimo Cristo de las Campanas nos proteja y nos bendiga.
NOVENA AL SANTÍSIMO CRISTO DE LAS CAMPANAS
Día Primero
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Cuarto
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Séptimo
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Segundo
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Quinto
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Octavo
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Tercero
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Sexto
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)
Día Noveno
Oración para todos los días Santísimo Cristo de las Campanas, crucificado por mi amor, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Ante tu venerada imagen, te suplico y espero confiadamente que me protejas e infundas en mi alma la gracia de adorarte siempre como mi Salvador y Redentor. Ten misericordia de mí y haz, que por los méritos de Tu Pasión y Muerte, pueda alcanzar los frutos de tu Redención. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Meditación: Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del grano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto. Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna». Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo junto a la Cruz quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz -la entrega de nosotros mismos- nos pesa mucho. Tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, lleve. Contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi vida sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tus huellas. Líbranos del Temor de la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que, en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia. (Pídase la gracia que se desee alcanzar en esta novena) (Padre nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Papa)